ENTRE LUMBRERAS Y ANHELOS
La otra noche me paseaba por bellos jardines de flores coloridas, y había una que otra luciérnaga que revoloteaba entre pétalos y tallos.
Depronto empecé a percibir el resplandor que venía del cielo, eran las estrellas que hacían su presentación, repartidas como pequeños puntitos luminosos, brillantes, semejantes a valiosos diamantes.
Simplemente quedé encantado con semejante espectáculo, que me robaron sonrisas y que logró despertar mi atención.
A los pocos minutos contemplé dos lumbreras más grandes que aquellas divinas estrellas, parecían dos lunas de igual proporción, brillantes, casi podía sentir que me miraban como par de ojos, como si nuestras miradas se cruzaran.
Al instante justo debajo de aquel par de lumbreras, divisé una estrella fugaz, que tras de ella dejaba una estela luminosa de pequeños fragmentos, su forma era similar a una bella sonrisa que me enternecía.
Cuando pensé que nada podría superar aquella espectacular vista a mis ojos, sentí llegar un suave viento que era como un leve y reconfortante susurro a mis oídos y agradable al contacto con la piel.
Pasaron unas cuantas horas, las cuales se hicieron cortas, como rápidos minutos.
Entendí que aveces pasamos la vida contemplando jardines, que sí, son bellos, pero quizás lo que anhelamos es luz y el toque de una brisa refrescante que nos haga sentir vivos nuevamente. También comprendí que todo eso bello que ha sido anhelado, siempre ha estado allí, sólo faltaba el momento de hacer la pausa, subir la mirada para ver las estrellas, las lumbreras, escuchar el susurro de aquel viento, y recibirlo como un fresco abrazo que nos llena de esperanzas.
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