domingo, 7 de enero de 2018

Invitados a Volar



Invitados a Volar

Hemos visto con el transcurrir de los años cómo el ser humano se ha ido degradando, y esto ha sido una constante, aún en las personas que pretenden buscar a Dios y seguirle.
A lo largo del año pasado hemos compartido Hechos 2:42, insistido en esa palabra, una y otra vez, “perseverar en la enseñanza de los apóstoles”, pero vemos cuán gran diferencia hay entre la realidad que vivimos hoy en la sociedad y la manera de vivir de los apóstoles, esto es similar a comparar a un moribundo con el mismo, cuando era un joven radiante y lleno de energía.

Veamos a continuación, algunas de las características del creyente que aparecen en la palabra de Dios:

1 Juan 2:6. Andar como Él anduvo.
Mateo 5:44. Amar a los enemigos e interceder por ellos.
Colosenses 3:12-13. Perdonar a quienes nos maltratan
Romanos 8:37. Ser más que vencedores por medio de Jesús, no siendo orgullosos
Filipenses 4:6-7. Sin importar la situación, no inquietarnos, sino echar mano de la fe y de la paz de Dios.
Filipenses 4:4. Regocijarnos siempre.
Filipenses 4:8. Pensar en todo lo que es bueno, ser selectivo con lo que pensamos
1 Pedro 1:16. Ser santos como Él es santo.
Juan 7:38. Creer en Jesús y su palabra, para que de nosotros corran ríos de agua viva.
Filipenses 2:14-15. Hacer todo sin pelear, siendo sin mancha en medio de una generación malvada.
Lucas 14:26. Preferir a Cristo por encima de todo lo demás
Mateo 16:24. Negarnos a nosotros mismos.
Colosenses 3:1. Buscar las cosas de arriba.


Son algunos de los requisitos que identifican a un verdadero creyente, y la palabra habla de muchos más y seguir, sería mostrar cuán moribunda se ve nuestra condición humana, y nos damos cuenta que por nuestros propios esfuerzos no podríamos cumplir de manera permanente con alguna de estas características.

Al ver este panorama, más de uno, tanto creyente, como no creyente se pregunta, pero ¿cómo es posible que un Dios tan justo y sabio, conociendo nuestra limitaciones, nos puede demandar semejantes cosas que son imposibles para el ser humano? ¿Amar, perdonar, e interceder por quienes nos maltratan? ¿Aborrecer nuestra naturaleza y pasiones? ¿Vivir regocijados, y agradecidos en medio de una sociedad que se derrumba? ¿Ir en contra de la tendencia mundial?

Eso es posible para Jesús, pero para simples mortales como nosotros: NO!

Este es el pensamiento humano, que Dios nos invita a volar cuando ni siquiera estamos dotados de alas para hacerlo.
En parte el ser humano tiene razón, no podemos volar con nuestras propias fuerzas, y la razón es debido a nuestra peor enfermedad, la que venimos heredando desde el inicio de la humanidad: el pecado. El cual nos ha cortado las alas y es el pesado lastre que nos impide volar.

Ya vimos cuán lejos está el ser humano de llevar una verdadera identidad en Cristo Jesús, lo cual no es nada nuevo, entonces ¿cómo hacemos para remediar esto?
La gracia de Dios es una poderosa arma que nos permite vivir en esa identidad.

La gracia de Dios no es para nada una licencia para pecar, sino al contrario, una salida para ser libres del efecto devastador del pecado en nuestras vidas, nos acerca al Señor para vivir más comprometidos con Él, pero a la vez nos da el poder para lograrlo.

El Señor por su gracia, nos da el poder para mitigar el efecto del pecado en nosotros y poder volar, no pretendiendo ser como Jesús, sino siendo partícipes de su naturaleza divina. (2 Pedro 1:4)

Romanos 6:1-2. La gracia de Dios es el antídoto para el pecado.
La poderosa gracia de Dios no es una licencia para pecar, ni algo por estilo, sino por el contrario, la salida de escape del mismo, porque en su mismo concepto la gracia incluye la muerte al pecado para apartarnos de él.
No nos dejemos engañar por filosofías donde definen a la gracia como un certificado para pecar. La gracia de Dios es poderosa para cortar el efecto del pecado, porque nos lleva a morir a él. Cuando el pecado se quiera levantar en tu vida recuérdale: “la gracia de Dios está sobre mí, así que no tienes poder sobre mi vida”.

Romanos 6:3-6. Muchos desconocen la importancia, el transfondo del bautizarnos. Cuando lo hacemos, estamos siendo partícipes de la muerte en Cristo Jesús. Muchos ven al bautismo solamente como un paso de obediencia, pero va más allá, nuestro viejo hombre es crucificado juntamente con Cristo, pero Él no sólo murió, sino que por el poder del Padre también resucitó, y así como somos partícipes de su muerte, también lo somos de su resurrección, para una nueva vida, que tiene como finalidad, no servir más al pecado.
Cuando el viejo hombre se quiera levantar dile: “tú ya estás muerto, no tienes poder poder sobre mí, porque así como por el poder del Padre Jesús fue resucitado, por ese mismo poder yo he nacido para una nueva vida.

Romanos 6:7. La muerte en Cristo nos libera del pecado. 
Romanos 6:8-11. Cristo resucitó una vez y resucitó, eso quiere decir que la muerte no se enseñoreará más sobre Él.
La palabra nos enseña que juntamente con Él viviremos, el fruto del pecado es la muerte, luego si la muerte no tiene autoridad sobre Cristo, tampoco la tiene sobre nosotros. Esto es semejante a un elefante bebé que es atado a una estaca enterrada en el suelo, cuando el elefante crece, ya puede safarse de ella, solamente que no lo sabe, así a veces pasa con el creyente, pierde de vista el hecho que en Cristo ya la estaca del pecado no lo puede mantener prisionero.

Romanos 6:12-14. Ya sabiendo estas bases sólidas, de que somos muertos en Cristo Jesús para el pecado, y vivos para andar en una vida nueva, la palabra nos sigue animando a no andar conforme al pecado, y nos da una estrategia clara: en vez de dedicar nuestro tiempo, cuerpo, y demás recursos para pecar, más bien ofrezcamos todo eso a Dios, andando en justicia, lo que implica un cambio radical en nuestros hábitos. Al final el pasaje añade que el pecado ya no tiene dominio sobre nosotros, ya no vivimos bajo la ley sino bajo la gracia, la cual no nos certifica para pecar, sino que nos ratifica como hijos de Dios y nos da la autoridad en el nombre de Jesús para acabar con el dominio del pecado en nuestras vidas.

Romanos 6:15. La ley nos sirve para decirnos qué es pecado y qué no lo es. La gracia nos libera del pecado, por lo tanto si la gracia nos hace libres del efecto del pecado, no tiene sentido que esa misma gracia nos certifique para pecar.
La muerte y resurrección de Jesús nos hace libres, nunca prisioneros.

Romanos 6:16-18. Antes éramos siervos, esclavos permanentes del pecado, y en él nos deleitábamos, ahora ahora somos siervos de la justicia, somos esclavos de la justicia que nos lleva a la vida y no al pecado que nos lleva a la muerte. La clave está en someter el corazón a la enseñanza y vemos cómo el pecado va muriendo en nosotros. Tan cierto es que el pecado muerte que aún las personas que no conocen a Cristo sienten remordimiento después de que han fallado, y es por eso que también el creyente no busca pecar y cuando lo hace siente igual o peor que cuando no conocía a Cristo.

Romanos 6:19. Se habla explícitamente de los hábitos de antes y después de conocer al Señor. Cuidemos nuestros hábitos, reflexionemos en qué invertimos nuestro tiempo y Cómo podemos darle el mejor uso. No ofrezcamos nuestros miembros para la impureza, sino a la justicia que conduce a la santidad, si practicamos la justicia de Dios podemos vivir en santidad, los dos van de la mano.

Romanos 6:20-22. Mira lo peligroso que  implica ser esclavos del pecado, puesto que al ser esclavos del pecado vivimos bajo su cobertura y no bajo la cobertura de la justicia de Dios, es decir cuando no tenemos a Cristo en nuestras vidas y la gracia que nos justifica el pecado y nos hace salvos, no está obrando en nosotros. 
El fruto del pecado es vergonzoso, y nos lleva a la muerte, el fruto de vivir conforme a Cristo produce santidad y vida eterna.

Romanos 6:23. Es más explícito, la paga, el premio por pecar es la muerte, pero la dádiva, es decir el galardón de Dios es vida eterna en Cristo Jesús nuestro Señor, y esto coincide con aquella gran verdad que Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida.

Hemos visto que la gracia de Dios nos justifica, y esa gracia de Dios la que nos permite aceptar esa invitación de Dios para volar. Por supuesto que en nuestras fuerzas no podremos hacerlo, nuestra humanidad no nos deja, y es por eso que El Señor nos da las pautas y nos dice, niégate a esa limitación humana, más bien pon tus preferencias en mí. 
En la Biblia al enemigo se le representó en El Edén como una serpiente, la cual debe arrastrarse y tragar polvo, al Espíritu Santo de Dios se le representó como una paloma que con libertad puede volar.
En nosotros está el crecer y vivir las verdades de Dios que nos permiten volar o creer las mentiras del enemigo que nos obligarán a arrastrarnos y morder el polvo.

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