Un muy buen día El Creador decidió hacer un hermoso
campo, un cielo claro, sin oscuridad, grandes y frondosos árboles en donde la
aves anidaban a libertad.
En medio de este maravilloso paisaje había in excelente
pasto, pero había un gran espacio vacío.
Jesús, el hijo del Creador le preguntó, ¿Padre por qué
este espacio quedó vacío?, Éste le contestó: porque lo tengo preparado para mi
más grande creación, ya no será un campo vacío, en medio de él haré con mis
propias manos el más hermoso girasol. ¿Por qué un girasol le preguntó su hijo?,
y dice El Creador: porque yo soy la luz y el sol de este gran campo, y los
girasoles siempre buscan la luz y yo quiero que mi girasol me busque.
Así El Creador hizo un hermoso girasol, al que le puso
como nombre Adán, y siempre buscaba la luz del que lo creó. El Creador se dio
cuenta que el girasol era hermoso, pero el campo sería aún más precioso si en
vez de uno, fueran más los que acompañaran a Adán, y decidió hacer otro llamado
Eva. Los dos eran preciosos y siempre orientados hacia la luz de quien los
creó, eran preciosos y eternos.
Un día un tormentoso viento sopló y los dos hermosos
girasoles desviaron su mirada de la luz, el viento les mintió diciendo que no
habría problema si de vez en cuando desviaban su mirada de la luz de quien los
creó, ellos creyeron eso y qué gran error, ya los girasoles no se veían tan
hermosos y ya no eran eternos, y cada vez que quitaban su mirada de quien los
creó, se marchitaban y empezaban a morir.
El Creador se entristeció mucho, tenía la potestad de
destruirlos u obligarlos a que siempre lo miraran, pero hizo algo noble, cada
día plantó mas girasoles, y les dio libertad de escogar si lo miraban a Él o si
se dejaban llevar por las tentadoras brisas del viento tormentoso.
Sin embargo El Creador hizo algo aún más noble, mandó a
su hijo para que labrara el campo, lo cuidara, se sacrificara por el campo, y
tanto fue su esfuerzo que hasta su sangre derramó para regarlo, pero no le
importó porque sobrevivió a estas penurias, y hoy en día todavía sigue cuidando
del jardín.
Muchos girasoles decidieron bien y tienen la mirada en la
luz de quien los creó, otros se dejaron guiar por las brisas del viento tormentoso.
A pesar de todo, El Buen Labrador siempre todos los días los riega con el agua
de su Santo Espíritu y guarda la esperanza de que aquellos que voltearon la
mirada nuevamente miren hacia la vida, hacia la luz de quien un día los creó.
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