La mejor de las fortalezas
Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, Y se traspasen los montes al corazón del mar; Aunque bramen y se turben sus aguas, Y tiemblen los montes a causa de su braveza.
Salmos 46:1-3 RVR1960
En la antigüedad se construían grandes fortalezas, con muros bien gruesos que servían para proteger las ciudades contra los intentos de invasión de otras naciones enemigas. Esas estructuras tenían que ser lo suficientemente fuertes para soportar las pesadas balas de cañón, rocas, llamaradas de fuego, en fin todo tipo de proyectiles y posibles ataques. Hoy en día en la vida de todos nosotros también hay batallas, y si no contamos con la protección adecuada, seremos presas fáciles ante esas luchas. En El Señor tenemos la mejor de todas las fortalezas, en Él podemos confiar, además porque no sólo es una inerte protección como lo eran los muros de antaño, sino que renueva nuestras fuerzas, nos protege y nos da las estrategias para salir adelante.
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