ENTRANDO EN EL RIO
Por donde corra este río, todo ser viviente que en él se mueva vivirá. Habrá peces en abundancia porque el agua de este río transformará el agua salada en agua dulce, y todo lo que se mueva en sus aguas vivirá. Junto al río se detendrán los pescadores, desde Engadi hasta Eneglayin, porque allí habrá lugar para secar sus redes. Los peces allí serán tan variados y numerosos como en el mar Mediterráneo. Pero sus pantanos y marismas no tendrán agua dulce, sino que quedarán como salinas. Junto a las orillas del río crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas no se marchitarán, y siempre tendrán frutos. Cada mes darán frutos nuevos, porque el agua que los riega sale del templo. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas serán medicinales.
Ezequiel 47:9-12 NVI-S
Nuestra relación con Dios es semejante a alguien que está entrando a las aguas de un río, en la medida que vamos caminando, el agua va subiendo su nivel, cuando nos de por los tobillos, aún podemos movernos a nuestro antojo, pero a medida que va subiendo, de la cintura para arriba, ya estamos más sumergidos y nuestros movimentos van más en armonía con la corriente del río. Así son nuestras vidas, mientras más nos acerquemos a Dios y vivamos en intimidad con Él y conforme a su voluntad, entonces nuestros actos y pensamientos irán en armonía con El y ese plan y propósitos excelentes que tiene para nosotros, los cuales dan frutos, así como los árboles que son nutridos por las aguas del buen río.
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